Si te enfadas, lo entenderé. 

Si no me hablas, lo entenderé.

 Si me ignoras, lo entenderé. 

Pero si dejas de importarme, es tu turno de entenderme.

Ese preciso momento en el que tomas constancia, en el que entiendes que las cosas ya nunca volverán a estar cómo antes. Cuando te das cuenta de que el vaso a rebosado, la película a finalizado y la burbuja a estallado. ¿Qué me queda si todo ha terminado así? Yo sé la respuesta: nada. Lo que sentía fue tan grande, tan verdadero... va a ser muy difícil que alguien le quiera cómo yo lo hice, más aún, que sepa admirar cada mínimo detalle de su carácter y de su físico, que sepa amar cada uno de sus defectos cómo si no lo fuesen. Sí, he sido cobarde por no haberle dicho lo que me hacía sentir con cada gesto o cada sorpresa, pero nunca dije que fuese perfecta. Pero, imperfecta o no, lo que toca ahora es poner la otra mejilla, y el otro hombro, todo lo otro, pasar de la tristeza a la felicidad, de ti a nadie, de quererte a olvidarte. A estar bien.

¿Sabes qué? Que ese ha sido el problema. Tu siempre estabas pensando en el. No yo. El y lo que hacía te importaba más a ti que a mi, y pensabas que era al revés. Ahí esta el problema.

Lo más difícil será borrar  las fotos. ¿Qué miraré ahora antes de dormir?

Me compadezco de mí misma al pensar que haría y sería cualquier cosa que dijeses.

Indescriptible, no puedo decir cómo me siento. Rota, destrozada. Estoy en el fondo de una gran piscina de aguas oscuras, con la cara pegada al suelo, no puedo ascender, ni avanzar. Estoy inmovilizada mientras el pecho me estalla, una brecha: eso es lo que tengo ahora. Sin corazón, solo una masa sanguinolenta que me mantiene viva, bombea, pero duele. Sin ganas de nada, salir, leer,  escuchar música, ver la tv e incluso hablar y sonreír…  me parecen cosas fuera de lugar. Me mantengo ocupada, cuando no lo estoy,  pienso.  Y lo odio,  pensar duele. Duele añorar, pensar que todo no sirve para nada. Cero. Pensar en un futuro que nunca ocurrirá y en un pasado, que intento olvidar con todas mis fuerzas, que se ríe de mí con sus recuerdos.
Creo que si pudiese verme  por dentro, me vería totalmente rota en miles de pedacitos pequeños e irregulares. Algunos ya perdidos.